Por Ulises
Huete
Desde
mi adolescencia escucho a Silvio Rodríguez sin que mi gusto e interés por sus
canciones se desgaste con el tiempo. Sus melodías, sus imágenes y sus
pensamientos, magistralmente trabados en sus mejores composiciones, siempre
tienen algo significativo que decirme o recordarme sobre los temas que abordan.
Yo escucho las canciones de Silvio por la misma razón que leo poemas: para
enriquecer mi entendimiento de la vida y para deleitar mi espíritu.
La
obra de Silvio es prolífica y diversa, sin embargo, hay álbumes que se destacan
más que otros. A mi juicio, uno de sus más logrados trabajos es Mujeres (1978), su tercer disco, que es
una colección de canciones en donde las letras, los tonos, el colorido, la
atmósfera y la música alcanzan un elevado lirismo. Diría que son composiciones
impresionistas, si es válida la analogía entre ese estilo de pinturas y la
textura de estas piezas musicales. Este es uno de los mejores ejemplos
contemporáneos de poemas escritos para ser cantados y acompañados con guitarra.
Como
su título indica, el tema que predomina en estas composiciones es la mujer. Silvio
nos la presenta como ese otro ser humano que se anhela, se busca y a veces se alcanza
con la pasión amorosa. En estas canciones se plantean las diferentes etapas y
momentos en el camino del amante: la ausencia de la mujer, su presencia que
motiva a la creación y la analogía que su imagen entabla con el mundo.
La
canción Mujeres es la obertura, el
primer movimiento, la explosión entusiasta con la que arranca el álbum. Esta composición
es una oda, una declaración de respeto a la mujer en su múltiple dimensión de madre,
compañera, luchadora, hija amada, motivo de acción en la historia, fuente de
inspiración y símbolo de rebelión y libertad. Pero también es una metáfora de la
patria, el origen, y del destino final al que se regresa. Estremecimiento es el
término que usa Silvio para expresar el asombro por las cualidades humanas que
él reconoce en las mujeres celebradas en la historia y en las anónimas, es
decir, en las mujeres comunes y corrientes que también realizan hazañas
encomiables en sus vidas. Sin embargo, es en su hija en donde ese
estremecimiento ante la mujer llega al paroxismo, al fervor más intenso:
Me estremeció la mujer del
poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.
Me estremeció la muchacha,
hija de aquel feroz continente,
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.
hija de aquel feroz continente,
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.
Me han estremecido un montón
de mujeres:
mujeres de fuego, mujeres de nieve.
mujeres de fuego, mujeres de nieve.
Pero lo que me ha
estremecido
hasta perder casi el sentido,
lo que a mí más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija,
son tus ojitos divinos.
hasta perder casi el sentido,
lo que a mí más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija,
son tus ojitos divinos.
Una
de las canciones más hermosas de Silvio es En
estos días. El ser humano trasciende su yo cuando se vuelve un amante. Solo
desplazando la atención de sí mismo hacia otro ser humano se alcanza a
reconocer al otro. Este reconocimiento es más profundo cuando este cambio de
lugar de la conciencia opera motivado por el amor, por el deseo de encontrarse
física y espiritualmente con la persona deseada. Pero esta búsqueda de la unión
amorosa no siempre se colma plenamente. A veces la amada se busca sin encontrarse.
Si ante la presencia de la amada se experimenta una sensación de entusiasmo
interior, ante su ausencia se siente un vacío que abre en la conciencia un
sentimiento de soledad existencial. El amor ensancha el alma y nos genera
empatía con el mundo, nos sentimos cerca de las personas y de la naturaleza, la
abundancia que emana en el pecho la vemos con claridad en el cielo, la tierra y
los mares. Pero si la amada está ausente, el mundo se vacía de sentido. En la
canción En estos días se habla de la
persistencia de la amada en el mundo aunque no esté presente. Esta ausencia se
torna más acérrima porque se percibe en la inmensidad de la naturaleza. Silvio
muestra con claridad esta ambigua experiencia de sentir a alguien cerca aunque
no esté presente:
Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.
En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio
sordo del tiempo
gritan tus ojos.
sino tu rostro.
Y en el silencio
sordo del tiempo
gritan tus ojos.
Ay de estos días terribles,
ay de lo indescriptible.
ay de lo indescriptible.
Si
en la canción anterior Silvio entra en la soledad del amante, en ¿Qué hago ahora? se canta la
transición de una soledad compartida al encuentro con la mujer buscada. Aquí se
muestra el mundo interior del solitario que se hizo acompañar de cosas y seres
que lo reconfortaron. Así como la unión con la amada revela perspectivas
inéditas, de la misma manera la soledad amorosa proporciona visiones
insospechadas. Esta canción es una sucesión de preguntas retóricas dirigidas a
la amada que está por fin ahí, frente a él. La canción es una despedida de ese
mundo interior y un reconocimiento, simultáneamente, del significado de la
amada para él: las cosas y los seres que encontró en su peregrinación ahora son
ella, lo que leyó del mundo, de las personas, de los libros, esa ruta de
claroscuros, ese mundo plural que poblaba su soledad se ha transfigurado en
ella:
¿Qué le digo a los perros
que se iban conmigo
en noches perdidas de estar sin amigos?
¿Qué le digo a la luna que creí compañera
de noches y noches sin ser verdadera?
en noches perdidas de estar sin amigos?
¿Qué le digo a la luna que creí compañera
de noches y noches sin ser verdadera?
¿Qué hago ahora contigo?
Las palomas que van a dormir a los parques
ya no hablan conmigo.
Las palomas que van a dormir a los parques
ya no hablan conmigo.
¿Qué hago ahora contigo?
Ahora que eres la luna, los perros,
las noches, todos los amigos.
Ahora que eres la luna, los perros,
las noches, todos los amigos.
Te doy una canción es
el manifiesto propiamente dicho del amor, la exposición de la actitud del
amante ante la amada, es el arte poética, el principio creador de Silvio. El
amor es la fuerza interior para escribir, para hablar, para expresarse
artísticamente, es la luz en la sombra, el intenso deseo que perdura a pesar de
los cambios que lo circundan, es una certeza, la convicción de su libertad de
conciencia y es la causa anterior a las otras causas políticas y sociales que
Silvio profesa, es el origen y el fin de su arte. Ofrendar una canción, hacerla
con su alma y sus manos, es la manera de afirmar su amor. Este sentimiento se
identifica con la creación y la trascendencia. Aquí se describe el proceso de
creación y la determinación de entregarle la canción a la amada sin esperar
nada a cambio:
Cómo gasto papeles
recordándote,
cómo me haces hablar en el silencio.
Cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida.
cómo me haces hablar en el silencio.
Cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida.
Te doy una canción si abro
una puerta
y de las sombras sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tu luz.
Te doy una canción cuando apareces
el misterio del amor.
Y si no lo apareces, no me importa:
yo te doy una canción.
y de las sombras sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tu luz.
Te doy una canción cuando apareces
el misterio del amor.
Y si no lo apareces, no me importa:
yo te doy una canción.
En Esto no es una elegía el principio de la
composición es la relación de semejanza entre una mujer, la ciudad de la Habana
y diversas impresiones afectivas. La presencia de ella, el misterio de su
encanto, el velo de silencio con que está envuelta son el espejo en donde se
reflejan la ciudad y esas sensaciones luminosas y sombrías. Ella es una mujer
real que se transfigura en símbolo de la revelación de lo espiritual en lo
material y viceversa, de los cantos de amor del pasado que gravitan en el
presente, del diálogo impetuoso de la tierra con el mar, de la presencia de lo
sagrado y de la fluctuación entre el ser y la ausencia. La canción oscila entre
imágenes concretas y sensoriales que van retratando la figura sugerente de esa
mujer, en ella se escuchan los reflejos que emanan de las cosas:
Tú me recuerdas las calles
de la Habana Vieja,
la Catedral sumergida en su baño de tejas.
Tú me recuerdas las cosas, no sé, las ventanas
donde los cantores nocturnos cantaban
amor a La Habana.
la Catedral sumergida en su baño de tejas.
Tú me recuerdas las cosas, no sé, las ventanas
donde los cantores nocturnos cantaban
amor a La Habana.
Esto
no es una elegía
ni es un romance, ni un verso:
más bien una acción de gracias,
por darle a mis ansias
razón para un beso;
una modesta corona
encontrada en la aurora.
ni es un romance, ni un verso:
más bien una acción de gracias,
por darle a mis ansias
razón para un beso;
una modesta corona
encontrada en la aurora.
Cada
una de estas canciones es como una pintura hecha de música y palabras. La
música es la luz de diferentes matices que envuelve las imágenes, es el espacio
en donde se relacionan los diferentes motivos de cada canción. Las palabras son
la materia con que se hicieron las imágenes y los pensamientos. De la
confluencia de la melodía y del lenguaje, de su natural acoplamiento, surgen
los colores, los trazos, las líneas y las sombras con que vemos las canciones de
Silvio. La primera canción es como un mural en donde nos presenta su visión
general de la mujer. El resto de canciones que comenté son como los paisajes entrevistos
en el camino de búsqueda hacia la mujer amada. Su ausencia, la frontera del yo
frente a la inmensidad de su presencia, el amor como un frenesí, como un
impulso creador, y ella como encarnación de los ecos que deambulan por el mundo
son las realidades que explora Silvio en Mujeres.
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